Según representantes de diversas organizaciones, instituciones y entidades de La Paz, Oruro y Potosí, a pesar que el Estado de Bolivia cuenta con leyes de fomento a los productos ecológicos, los hábitos de consumo de la población son contraproducentes. Por ende, debe iniciarse un proceso de promoción de alimentos identificados como nutritivos y las partes de las plantas comestibles que todavía no son parte de la alimentación cotidiana. Asimismo, se debe rectificar el problema de la falta de políticas diferenciadas mediante la separación de aquellas para la agricultura familiar de las destinadas para las comunidades que se desenvuelven como pequeños productores. Por último, pero no menos importante, se requiere implementar el diálogo de saberes tradicionales con la ciencia, para lo cual se debe estar consciente que las mujeres son las que guardan el conocimiento en cuanto a la alimentación, los sabores y de la preservación de la biodiversidad.

Debe priorizarse el desarrollo de la economía comunitaria, lo que significa que el apoyo debe dirigirse a los pequeños productores, y para ello se necesita sensibilizar a la población boliviana sobre la valorización de los alimentos en función de su riqueza proteínica, que es justo en lo que sobresalen los productos locales. Por ende, para lograr la requerida concientización y promoción de alimentos locales, se pueden utilizar los medios de comunicación y en las redes sociales, al igual que crear políticas como la del desayuno escolar, la cual consiste en proporcionar los alimentos locales sanos a las escuelas tanto de zonas rurales como urbanas. Sin embargo, para que todo ese fomento sea posible, se debe implementar la tecnología en el área rural, es decir comprar y usar máquinas y fertilización complementaria orgánica, para lo cual se precisa del financiamiento por parte del gobierno, así como de su inversión en infraestructura, caminos y electricidad.

Se necesita que el gobierno y el sector privado se coordinen para producir más productos alimentarios nacionales, sanos y saludables. Para ello, se propone que se enfoquen en el proceso de transferencia de sustancias nutritivas y en utilizar repetitivamente aquella materia prima funcional para una alimentación óptima, al mismo tiempo que deben dar apoyo técnico a las áreas rurales y proporcionar agua para que puedan producir. Además, se requiere que los actores de las cadenas de producción y de la comercialización – entre los cuales debería haber jóvenes – se complementen entre sí para un mayor alcance y cuidado del medio ambiente – lo cual asume la detención de la mitigación de la huella de carbono, uso de abonos adecuados y semillas no modificadas –, con la finalidad de crear un sistema sustentable y sostenible.

Se buscan planes de adaptación al cambio climático y un mayor acceso de la mujer a las tierras. Por tanto, se necesita que las empresas transnacionales asuman los daños que generan al clima, así como realizar estudios para que en base a ellos se inventen mecanismos para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y adaptarse a los efectos del cambio climático, principalmente aquellos sobre el agua, de manera que las comunidades sean más resilientes. En lo que respecta a la equidad de género, debe olvidarse la idea que el varón es aquel que debe trabajar la tierra, puesto que hay mujeres con la fuerza querida para las actividades que la ameriten y, en el caso de las que no cuentan con esta característica, ellas pueden participar en otros trajines y sobresalir porque usualmente los llevan a cabo con supremo cuidado.

Para que los bolivianos tengan garantizada una alimentación saludable, inclusive ante cualquier vulnerabilidad, conmoción y tensión, el gobierno deberá ayudar a conseguir que diferentes regiones tengan acceso a maquinarias e instalaciones de agua y luz, al igual que se debe tener en cuenta a los productores bolivianos de todas las provincias para fortalecer la comercialización de los productos naturales de la agricultura campesina.